Artículo de opinión publicado en Ideal el domingo 18 de agosto de 2019. Los hiperenlaces e imágenes corresponden a mi edición digital.
El turismo de masas constituye uno de los fenómenos más definitorios de nuestra sociedad. El surgimiento de la “economía colaborativa”, empujada por la transformación digital de la economía, ha supuesto un fuerte acicate al poner en el mercado recursos que inicialmente no estaban concebidos para este fin. Así son muchos los propietarios que han incorporado sus viviendas u otros inmuebles a la ingente oferta de apartamentos turísticos que prolifera en nuestras ciudades. Se ha producido una expansión tan rápida como incontrolada del espacio de lo “turístico”, generando nuevos intermediarios digitales que acumulan y redistribuyen sus beneficios en actividades tales como el transporte, la restauración o el alojamiento. Al margen de los grandes beneficios económicos y sociales que reporta, el turismo también pone de relevancia las deficiencias y limitaciones de nuestras ciudades como espacios para la vida de quienes las habitan.
Desde el Medialab de la Universidad de Granada, se organizaron a lo largo de 2018, de la mano de la Agencia Albaicín y del Ayuntamiento de Granada, una serie de foros sobre turismo sostenible en los barrios de Albaicín y Sacromonte. Los debates desarrollados revelaron una honda preocupación por cuantificar la realidad del turismo “colaborativo” y regularlo con el fin de mitigar algunas de sus externalidades negativas manifestadas a través de la turistificación y la gentrificación de los barrios. A partir de estas demandas desarrollamos a principios de 2019 una investigación, que se publicará en los próximos meses, analizando la realidad de los diversos barrios de Granada, a partir de los datos de plataformas como Airbnb o Idealista. Hay algunas cifras que me gustaría destacar para sustentar ulteriores juicios sobre nuestra ciudad y su turismo.
Datos oficiales y fuentes alternativas
Granada capital cuenta con aproximadamente 232.000 habitantes censados, siendo el corazón de un área metropolitana que supera el medio millón. De acuerdo con los datos de la Encuesta de Ocupación Hotelera elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), es la sexta ciudad con mayor número de visitantes con 1.867.251 personas en 2018; solo por detrás de Madrid, Barcelona, Sevilla, Palma de Mallorca y Benidorm.
Los establecimientos hoteleros registraron en 2018 3.363.539 pernoctaciones con una estancia media cercana a las 2 noches por turista en unos 177 establecimientos hoteleros (7.431 habitaciones y 14.921 plazas diarias con un 60,8% de ocupación media). Estos datos arrojan una capacidad potencial total de 5.433.047 pernoctaciones anuales. Adicionalmente, la Encuesta de Ocupación en Apartamentos Turísticos del INE suma 267.370 pernoctaciones, en una media de 472 apartamentos disponibles, proporcionando un potencial total de 575.362 pernoctaciones.
No obstante, estos datos no están exentos de controversia. La Oficina de Turismo del Ayuntamiento señala que, desde la aplicación de la normativa autonómica sobre viviendas con fines turísticos, se han registrado un total de 1.250 viviendas. Nuestra investigación, por su parte, tomando como referencia los datos de Airbnb a finales de 2018, revela que Granada cuenta aproximadamente con 1.489 apartamentos completos (con la capacidad de alojar a 7.072 personas diariamente), así como 340 habitaciones disponibles en viviendas (con capacidad para 812 personas). Datos que, si se extrapolan al año, completo, indican una capacidad de alojamiento de 2.877.660 personas. Más de dos millones por encima de los datos oficiales para apartamentos turísticos. Más del 50% adicional de oferta de alojamiento sobre la ofrecida por los establecimientos hoteleros.
¿Cómo se distribuye el turismo en la ciudad?
Los barrios de Albaicín-Sacromonte, Centro 1 (zona del centro situada justo al otro lado de Gran Vía) y Realejo son aquellos que reciben una mayor presión turística; no solo por acoger los principales atractivos patrimoniales y el mayor número de establecimientos hoteleros, sino por concentrar el 63,7% de los apartamentos turísticos completos y el 54,1% de las habitaciones en alquiler.
El hecho de que el número de habitaciones en alquiler sea muy inferior al de viviendas completas es indicador de una “profesionalización” de la actividad, frente a la opción, propia del concepto de economía colaborativa, de alquilar habitaciones no utilizadas con el fin de obtener un ingreso adicional al tiempo que se reside en la vivienda. La proporción de apartamentos completos frente a habitaciones es mucho mayor en los barrios céntricos que en los periféricos: Centro 1 (9,4 apartamentos por cada habitación en alquiler turístico), San Antón (7,3), Albaicín-Sacromonte (5,6), Centro 2 (5,3) y Realejo (5,1).
A pesar de la gran oferta actual en Airbnb y del crecimiento vertiginoso desde la aparición del primer apartamento en 2010, el INE indica que el número de pernoctaciones en hoteles se ha incrementado de manera regular entre 2013 y 2018. Esto nos indica que, en términos globales, no ha habido una sustitución de un tipo de alojamiento por otro, sino un incremento muy significativo del número de turistas que pernoctan en la ciudad.
No sólo eso. ¿Qué ocurre si comparamos la situación de inmuebles turísticos frente a residenciales? Hay solo cuatro barrios en los que la oferta de alquiler de inmuebles completos con fines turísticos supera al alquiler con fines residenciales. Dos de ellos son Albaicín, con 4,4 veces más inmuebles para el turismo, y Realejo, con 1,6. Sin duda, todo ello hace que sea cada vez más difícil encontrar viviendas en los barrios históricos al tiempo que sus precios se elevan debido a que el turismo permite obtener un mayor retorno económico.
Implicaciones para la ciudad
Al margen de los importantes beneficios económicos del turismo, la masificación turística conlleva externalidades negativas que no podemos ocultar. Particularmente importantes son los efectos sobre los barrios más patrimoniales, aquellos que representan en buena medida la identidad histórica y cultural de Granada. La reducción de la oferta de vivienda, el aumento de los precios y la transformación del tejido comercial desincentiva la residencia. Esta situación se da además en barrios como el Albaicín con unos ingresos por habitante inferiores a la media de la ciudad y con otras importantes deficiencias en servicios públicos, cuya prestación se ve perjudicada por la elevada afluencia de personas.
Son continuas las llamadas a atraer más turismo a la ciudad; sin embargo, considerando los datos anteriores, ¿son las pernoctaciones nuestro gran déficit? Es igualmente un lugar común la llamada a un “turismo de calidad”, entendido como sinónimo de mayor rentabilidad. Sin duda, esto es positivo, pero debe ser compatible con el hecho de que el patrimonio histórico y artístico de Granada debe ser accesible para sus ciudadanos y ciudadanas y para quienes nos visitan, con independencia de su capacidad económica. En consecuencia, ¿cómo podemos marcar una diferencia? Incentivando un turismo que sea significativo, que aspire a aprehender nuestra realidad e historia; desarrollando sistemas que sean capaces de capturar el conocimiento y las redes que generan los millones de turistas que recibimos; huyendo de convertirnos en un destino de consumo rápido anclado a su gran icono monumental, la Alhambra. Es precisamente la gestión de este conjunto patrimonial, que representa el 47% de todas las visitas a monumentos en Granada, la que puede ayudarnos a racionalizar los flujos turísticos mediante la gestión de un número de entradas limitado que, por un lado, permite conservar mejor el conjunto monumental y, por otro, puede contribuir a distribuir el turismo tanto espacial como temporalmente.
El turismo es un ejemplo paradigmático de reto sistémico y complejo. No hay soluciones fáciles ni debe haber políticas populistas centradas en el cuanto más mejor. No podemos hablar de turismo sin hablar de ciudad y esto nos incumbe a todas y a todos.
La urgencia de construir un proyecto de ciudad compartido
El debate de modelo de ciudad es el marco en el que debemos dilucidar qué turismo queremos fomentar. Una ciudad para el turismo o una ciudad para vivir bien, de modo que a nuestro atractivo patrimonial sumemos el de nuestra vida sostenible, saludable, culta, al modo de tantas otras ciudades europeas que admiramos como utopías.
Tendremos próximamente una inmejorable oportunidad cuando el proyecto de Capital Europea de la Cultura para 2031 se retome. ¿Confiaremos la cultura a lo que dé de sí el talonario? ¿al brillo fugaz de los fastos? ¿a vender una “marca”? ¿O tomaremos este proyecto como un relato para construir una ciudad en la que la cultura vaya de la mano de la ciudadanía, potenciando a nuestros creadores y nuestras tradiciones, como una oportunidad para repensar y transformar la ciudad?
En Granada es urgente la construcción de un proyecto común de ciudad que trascienda las prioridades políticas coyunturales de los diversos gobiernos. Planificar estratégicamente con el fin de saber hacia dónde queremos ir como comunidad, generando consensos transversales que la ciudadanía acabe trasladando a las diversas fuerzas políticas, obteniendo compromisos de ciudad. Construir un nosotros en el que una amplia mayoría de personas se sienta concernida, desde la participación y desde la inquietud innovadora y transformadora. Un nosotras como ciudad que pase por la sostenibilidad, la cohesión, la igualdad, la recuperación de espacios para las personas, la accesibilidad. Este proyecto colectivo será, sin duda, nuestra garantía de un futuro mejor y de paso nuestra mejor campaña turística.
Nuestra universidad a través de la participación y de la innovación social va a apostar de forma decidida por construir ciudad y provincia desde el conocimiento y desde las alianzas con los diversos gobiernos en los distintos niveles de la Administración.
Volvemos al principio. Ciudad y turismo; sí, pero siempre la ciudad en primer lugar.