Por más que me proponga reseñar los libros que leo cuando la pistola está todavía humeante y en la escena del crimen los detalles son vívidos y quizá demasiado reales para ser contados, acabo dejándolo, dejándolo hasta que solo quedan los trazos gruesos de la memoria de una lectura que se remonta ya a hace un mes.
Así me me ha vuelto a ocurrir con Limbo,
No me gustan las trilogías y tampoco me gustaba el nombre de Nocilla, título (trilogía parece ser) que hizo popular al autor. Sin embargo Limbo corrió otra suerte. Durante mi reciente estancia en México DF, me encontré con el título en la librería El sótano (sucursal próxima al zócalo de Coyoacán). Una portada sugerente y misteriosa y una contraportada en la que se hablaba de la historia de un secuestro en DF. El tema de los secuestros genera más temor que morbo en los visitantes a este inmenso país, sin embargo la curiosidad es un atractivo en mi caso especialmente si el tema es abordado por un escritor español. Fernández Mallo apuntaba en una entrevista que los periodistas mexicanos le preguntaban por qué había escogido un tema tan corriente para una novela. Cada país tiene su idiosincrasia.
Limbo es un relato hecho de tres historias sobre las que se van enganchando diversas anécdotas, digresiones, pensamientos. Tres historias dispares como son: el secuestro de una joven en México DF, el viaje de un escritor español por Estados Unidos acompañado por una mujer mexicana en busca del llamado Sonido del Fin, y una banda independiente que se encierra en un chateau francés a componer un álbum. Las tres historias de alguna manera se entrecruzan en una especie de imposible triángulo temporal de Escher. He escuchado decir a Fernández Mallo en entrevistas que no planifica sus novelas, que se van construyendo. Así sería este caso, la obra no es una estructura perfecta, un producto cerrado, sino un boceto, casi un prototipo.
Entre las conexiones que Limbo me suscitó destacaría Houellebecq y sus partículas elementales. Precisamente por esa inserción de fragmentos científicos, de collages de otros géneros en la narración.
Me gusta incluir algunos fragmentos del libro que voy subrayando mientras leo. Sin embargo, el destino de las cosas es improbable, por lo que ahora mismo mi ejemplar descansa dentro de una caja de libros bien embalada en Culiacán, uno de esos lugares del norte de México del que habla en el siguiente fragmento (y por cierto, tierra del admirado Élmer Mendoza).
«En zonas del norte de Me?xico los habitantes de ciertos poblados no so?lo no permiten que ningu?n insecto o animal traspase sus fronteras, sino que cualquiera que lo haga sera? disecado y puesto a resguardo en un museo construido bajo tierra […] El caso es que al sonido, al ruido de fondo que puede escucharse en ese museo subterra?neo, los habitantes de esa regio?n lo llaman El Sonido del Fin.»
«En efecto, era el Nuevo Testamento el primer libro fragmentado de la Historia, con el an?adido de que en e?l teni?a su reflejo exacto la forma en que se organiza la Red, malla en la que vas de un site a otro site sin pasar por lugares intermedios. Los Apo?stoles se perfilaban, pues, como los primeros autores de una clase de literatura que con los siglos dari?amos en llamar internauta.»
Limbo cautivó mi atención, una lectura llena de resonancias, de evocaciones, de senderos que explorar. Como apuntaba Tomás Graves a propósito de Proyecto Nocilla, una obra “compleja pero no complicada”.
Una obra que me deja algunas pistas para la que me gustaría que fuera mi primera obra de ficción, una narración que se llamará Trayectos.
Por cierto, comparto y aplaudo la visión de Agustín Fernández Mallo sobre las copias: por un lado, su inevitabilidad, particularmente en este tiempo de reproducción digital, y, por otro lado, el mejor homenaje que se puede hacer a un autor. Sobre estas y otras de sus opiniones recomiendo este divertido e inteligente diálogo que mantuvo junto con Risto Mejide hace unos años. Aunque en aquel momento no pretendía tener presencia en Twitter, afortunadamente ha entrado en la red y es un usuario activo y abierto al diálogo. Su cuenta es @FdezMallo. También se le puede leer en su blog El hombre que salió de la tarta. Espero tener oportunidad de conocerle pronto en persona.