Buscando como titular esta historia, he encontrado en la obra La
La filosofía en el tocador.
La conversación discurrió por derroteros muy interesantes, casi como si de una continuación del seminario del día anterior se tratara. Básicamente Luis, fotógrafo de vocación y peluquero de ocupación, me hizo ver que en su opinión las personas viven una vida tan estresada que cuando llegan a casa en lo último en que piensan es en leer, menos aún filosofía; sin embargo, es la filosofía la que encierra preguntas y respuestas que a cualquier persona le deben de resultar relevantes para su vida. Luis me contó que junto con un amigo habían planeado presentar un proyecto al INJUVE para aprovechar camiones (autobuses, como decimos en España) de los que recorren Coyoacán y transformarlos en espacios en los que se pueda hablar de filosofía con los vecinos, tal y como ya se ha hecho en barrios como Roma o Condesa. Todo estas ideas de llevar la filosofía y otras disciplinas al público en general, que surgen con la frescura del anhelo humano de conocer y reflexionar, reciben, desde la academia, el afectado nombre de Humanidades Públicas, un debate que desde la sociología planteara Michael Buroway en 2004 en su artículo (publicado en 2005) “Por una sociología pública” (pdf). Nunca me ha parecido que haya nada nuevo en el hecho de querer sacar el conocimiento de las torres de marfil académicas. Es más lo considero algo sustancial al papel social que tiene la universidad. Sin embargo, el debate está encima de la mesa: Public Humanities. Si de algo estoy convencido es que si el diálogo social se plantea desde la academia con un espíritu propio del despotismo ilustrado, más vale que los académicos no salgan de su palacio de invierno. ¿Por qué fallan iniciativas de este tipo diseñadas desde la universidad? En mi opinión, porque no apelan a la íntima pasión e inquietud intelectual que mueve a todo ser humano. No hablan desde el corazón sin que por ello haya que sacrificar el rigor, aunque sí la afectación del academicismo.
Aprovecho para agradecer a Luis el grato rato que compartimos hablando de libros y de filosofía. Aprendí mucho. Por cierto, si pincháis en la imagen de portada podréis ver la fotografía completa.
Nota final: volviendo a La philosophie dans le boudoir. Casualmente hay un pasaje de este libro que me gusta compartir con mis alumnos y alumnas cuando las fuerzas flaquean en tiempo de exámenes. Es esa arenga tan revolucionariamente francesa que comienza con: Français, encore un effort si vous voulez être républicains (Franceses, un esfuerzo más si quereis ser republicanos).