Ayer me entrevistaron para
El vídeo incluye el fragmento de la noticia en los Informativos de Telecinco. Mi aparición es en el minuto 1:00.
Si bien la entrevista fue corta, expuse una serie de argumentos de los que finalmente solo han emitido una reducida parte de ellos. Aprovecho para desarrollar aquí las reflexiones que este caso me suscita en cuanto al papel que actualmente cumplen las redes sociales.
- La agresión se lleva a cabo con la finalidad de ser grabada y compartida entre un grupo de amigos. Como explica la periodista Patricia Ortega en El País, el autor de la grabación la compartió en un grupo de Whatsapp con colegas. Desde ahí, saltar a diversas redes sociales, de las cuales ya resultó imposible eliminar el contenido a pesar de los intentos del autor de la agresión y del autor del vídeo, era solo cuestión de tiempo. La violencia se enmarca en un contexto social del que la tecnología es una parte ineludible en nuestros días. La tecnología no promueve la violencia, pero si actúa como mediadora generando oportunidades también para el control y persecución de estos actos, como veremos a continuación.
- La policía emplea el contenido difundido en redes sociales como evidencia de un delito y como estrategia para su propia persecución. En este caso la localización del presunto agresor se lleva a cabo de forma distribuida con una gran velocidad. Apunta El País: “En cuanto los Mossos d’Esquadra tuvieron conocimiento de los hechos a través de las redes sociales pidieron colaboración a través de Twitter para identificar al protagonista de la filmación.” También señala: “Unas horas más tarde el correo de la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) que permanece abierto al público (redesabiertas@policia.es) comenzaba a recibir mensajes en los que la gente identificaba al agresor.” Inevitablemente este procedimiento da lugar a falsos positivos con identificación de presuntos culpables en diversos lugares de España.
- La cooperación ciudadana se convierte en un arma poderosa para la persecución del delito. Como menciono en el vídeo, de alguna manera nos convertimos en una especie de Gran Hermano que permite encontrar a aquellos que desarrollan comportamientos delictivos. Todo ello ha de hacerse siempre con las debidas precauciones para evitar falsas acusaciones. Debemos tener en cuenta que la velocidad de las redes sociales y la permanencia de los contenidos en Internet hace que cualquier rumor o bulo pueda generar daños difícilmente reparables en la reputación de los afectados.
- No hay margen de reacción en Internet para los implicados: el daño en la reputación del agresor es inevitable y perdurable. El agresor intentó desaparecer de las redes sociales en las que tenía presencia (Facebook, Twitter, Instagram), sin embargo esto no es una medida útil. El mero hecho de intentar borrar rastros nos delata. Aparte la huella digital que vamos dejando es mucho más perdurable de lo que podamos imaginar. Lo que pudo empezar con una broma de muy mal gusto acaba convirtiéndose para el agresor en una mancha indeleble que será imposible ocultar en Internet. Hace un par de días antes de que contactarán conmigo para la entrevista, busqué por curiosidad en Google el nombre del agresor, publicado en prensa, y me encontré con el aviso de que algunos resultados se habían podido eliminar de acuerdo con la ley de protección de datos europea, el denominado “derecho al olvido”. Actualmente, a 5 de marzo, una búsqueda de los términos “Mario García Montealegre” agresión arroja 122.000 resultados en dicho buscador. Una pesada carga que probablemente acompañen a alguien que una noche cometió un grave error.