Esta semana he tenido la oportunidad de compartir 9 horas de formación con el equipo del área de participación ciudadana del Ayuntamiento de Granada. Hemos compartido experiencias de participación ciudadana, conectado los conceptos de participación e innovación, abordado los detalles de los procesos en el contacto con la gente, que siempre es la prueba definitiva de su éxito. La participación es un mantra: se exige, se aspira a ella, se presume de conseguirla, pero la mayoría de las veces la falta de liderazgo político o el miedo a que se escape del control burocrático hace que no se profundice en ella; que no se genere de un derecho constitucional, un hábito diario, una forma de inteligencia colectiva. Hemos acabado la última sesión hoy esbozando un plan de presupuestos participativos escolares que permitan involucrar a las comunidades educativas y a los barrios en construir proyecto de ciudad amable y próxima. Ojalá estas ideas sean un proyecto real en Granada. Parafraseando a Gabriel Celaya, la participación no puede ser sin pecado un adorno.