Llevaba
Lemaitre es un autor con una trayectoria atípica. Como escribe Juan Carlos Galindo:
“Pierre Lemaitre viene de un gueto literario, lo sabe y lo exhibe orgulloso. El ganador del Premio Goncourt 2014 con la novela Nos vemos allá arriba (Salamandra) tuvo que apartarse de la literatura policial para ser reconocido y seguir imparable en su corta y peculiar carrera literaria. Lemaitre (París, 1951) no empezó a escribir hasta los 56 años y con 63 y un puñado de novelas negras a sus espaldas obtuvo el premio más prestigioso de las letras francesas, algo que le llevó a ser considerado como un traidor por los autores del género.”
Me hice con Irène en el aeropuerto de Barajas, esperando a embarcar con rumbo a México. No llevaba nada en papel y tras rebuscar entre las novelas disponibles me incliné por este autor. El vértigo de escoger un nuevo libro, una nueva lectura. En un viaje en el que uno ha de ir ligero de equipaje, la elección de libro y de lectura forzosamente ha de coincidir, algo que cuando las restricciones espacio-temporales no aprietan no tiene por qué verificarse. Uno sabe secretamente que algunos libros se compran sabiendo que probablemente nunca se leerán. Son espacios de posibilidad, trampas de azar que se nos ofrecen desde nuestra librería en casa. Así me pasó con las memorias de Robert Graves. Como bien expresa José Manuel: “interregno lector“. Ese tiempo de orfandad.
Me llevé Irène. Por lo pronto, la traducción del título es desastrosa, qué necesidad de poner el foco en una personaje cuando en francés se llama Travail soigné. Claro, como tiene otra novela llamada Alex… pensaría el editor, “esto va de nombres”.
Travail soigné (Irène) es la última novela del autor publicada por Alfaguara, aunque es su primera novela, publicada en 2006, cuando el autor ya tenía 56 años. Consuela; todavía mi trayectoria literaria está por construir. Hay esperanza.
Irène es la novela que abre la saga del comandante Camille Verhoeven, un policía de apenas metro cuarenta y cinco que a base de tenacidad y talento consigue labrarse una fama de detective implacable, en ocasiones colérico. La obra se inicia con el crimen atroz de dos jóvenes, un asesinato que reproduce exactamente el crimen de una novela. De este modo Camille va descubriendo diversos casos no resueltos en el pasado que comparten esa característica: llevar el sello extravagante de homenajear una novela negra.
La historia se devora, las páginas se deslizan con una escritura limpia y cuidada, con un estructura relativamente sencilla, sin ases debajo de la manga. Al menos es lo que puedo leer hasta el momento sin revelar más de lo necesario para que estas líneas se conviertan en una invitación a descubrir a Lemaitre y a Camille. Poco es lo que parece conforme nos acercamos al desenlace. Lemaitre no nos esquiva la cruda violencia de la literatura y de la realidad, pero lo hace homenajeando a sus clásicos. Sus intenciones se reflejan claramente en la cita de Roland Barthes que encabeza el volumen: “El escritor es una persona que encadena citas quitando las comillas.”
Me resisto a avanzar nada más de una novela negra audaz y profundamente “literaria”, como bien indica el propio autor en estas líneas al final de la misma.