El pasado jueves 16 de junio se celebró la
Tuve la oportunidad de intervenir, junto con otros miembros de la Junta de Gobierno y otros representantes de la ciudad. Este fue mi discurso, que giró sobre la necesidad de transformar digitalmente las corporaciones profesionales, construyendo liderazgos más valientes y participativos. Tuve también la oportunidad de esbozar el proyecto para diseñar participativamente cómo debe ser el futuro colegio común de economistas en Granada. La fotografía de portada incluye dos imágenes durante las intervenciones de Miguel Romero, presidente del Colegio, y de la mía propia.
En El libro de los pasajes, Walter Benjamin señalaba con acierto que “la conciencia desesperada y lúcida de hallarse en medio de una crisis decisiva es algo crónico en la humanidad”. Durante la última década no hemos dejado de percibir nuestro tiempo como una crisis sostenida, mutante, como una hidra de múltiples cabezas. A la crisis financiera de hace unos años, se han superpuesto otros procesos de transformación si cabe más profundos y perdurables que no han hecho más que empezar a trastocar la política, el medioambiente, la economía y la sociedad en su conjunto.
Nuestro tiempo se caracteriza por una continua aceleración. Aceleración en todos los ámbitos pero de manera muy especial en el ámbito tecnológico. Las tecnologías digitales, con su especial incidencia en la producción de información y en la generación de conocimiento, son especialmente relevantes para entender nuestra profesión y el mundo de la empresa.
La tributación de los negocios en Internet, el surgimiento de la monedas electrónicas, la cada vez más cierta posibilidad de la desaparición del dinero físico, la vigilancia tributaria en las redes sociales, los nuevos modelos de negocio, unas relaciones laborales más flexibles e inseguras, el desarrollo de la empresa cuantificada en la que cada proceso de negocio es registrado y analizado, la uberización de la sociedad o la activación de los recursos ociosos a través de la economía colaborativa… todos estos y muchos más son retos que nuestra profesión y nuestros estudios de empresa y economía han de afrontar.
Una sociedad y una economía en transformación suponen una llamada a la acción por parte de los profesionales, pero muy especialmente por parte de las instituciones que los representan, como este colegio profesional. Inevitablemente presos de la última reforma tributaria o de los últimos vencimientos, no siempre tenemos tiempo para detectar y analizar las transformaciones que pueden acabar agrietando el fino suelo que pisamos. Ni siquiera desde el ámbito universitario podemos a veces afrontar este reto con el celo que deberíamos.
Nuestro colegio profesional y de forma muy especial el futuro colegio común de economistas ha de llevar a cabo una transformación digital intensa y permanente, anticipando las amenazas y convirtiéndolas en oportunidades. Hace unos años volcados en la Web 2.0, pensamos que la revolución era eminentemente comunicativa: cambiaban las formas de relacionarnos entre nosotros y con las empresas; sin embargo, hoy sabemos que el cambio es mucho más profundo, que la verdadera transformación es la que modifica el ADN de las empresas, su interior, un interior que cada vez se hace más transparente. La revolución digital necesita inevitablemente de la tecnología, pero es tan deudora de esta como de la estrategia y la cultura. Nuevos sistemas informáticos por sí solos no producen cambios radicales en la organizaciones si no van acompañados de un cambio en las formas de trabajo, en los valores de las organizaciones, en los liderazgos, que han de ser más compartidos, más arriesgados, más expuestos al talento.
La tecnología digital es un instrumento tan potente porque constituye una tecnología generativa, es decir, el espacio de posibilidades que nos abre va mucho más allá de aquello para lo que en principio pudiera haber sido diseñada. Es una tecnología generativa porque nos obliga a la creatividad y nos llama a explorar los límites de la propia tecnología y con ella también del ser humano. Y esta exploración del campo de acción que tenemos es el que nos convierte en hackers de nuestras organizaciones: innovando, rediseñando, construyendo. Con ese espíritu hemos de exigir y actuar para que nuestras instituciones y los colegios que nos representan sean espacios generativos, de posibilidades, abiertos al conocimiento, promotores de innovación, organizaciones que aprenden continuamente y que hacen aprender, organizaciones activistas orientadas a la acción con un compromiso por sus colegiados y por la sociedad a la que servimos.
Es aquí donde queremos poner en marcha una propuesta abierta para diseñar cómo debería ser un colegio profesional en el siglo XXI, nuestro común colegio profesional en el futuro próximo, con el fin de que el resultado no sea la suma de las partes sino el resultado valiente y audaz de reinventarnos como un instrumento contemporáneo con nuestra sociedad. Un proceso participativo para generar soluciones a preguntas del
tipo: cómo organizar un colegio profesional en el siglo XXI, cómo comunicar, cómo construir liderazgos, cómo rendir cuentas, cómo transformarse digitalmente,…
Queremos desarrollar una propuesta participada, con nuestros profesionales, con otros colegios, con las instituciones con las que nos relacionamos, con la sociedad en su conjunto, y especialmente con los actuales colegiados y con los futuros colegiados, nuestros estudiantes en la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada.