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En memoria de José Ramón Prados, mi profesor de literatura

Unas palabras de despedida y de reconocimiento. La importancia de las personas en nuestra vida se podría medir por todo aquello que nos enseñaron a amar. Todo aquello que sin estar en tu camino te fue dado como un regalo, como una oportunidad, en la que la vida nos hizo persistir. Leo tantos comentarios y testimonios de estudiantes de José Ramón, que no conozco pero en cuyas palabras me identifico, que no puedo dejar de emocionarme al pensar en la milagrosa vocación del profesor, del buen profesor. Dar a todos, todo el tiempo, todo, aún no queriendo darlo, dando. José Ramón marcó la música de unos días a través de la literatura, tan intensamente, que aún cuando la música dejaba de sonar (lo ha dejado hace mucho tiempo), se sigue reconociendo la melodía, como un hogar. Como esas canciones de los Beatles que escuchas por azar después de años y años reconociendo que dejaste de escucharlas porque ya estaban dentro de ti.

Tuve la suerte de tenerlo de tutor en 6º de EGB y de ser consciente del respeto y la admiración que me suscitaba ya en aquellos días, cuando uno es tan crío y tan insconsciente, junto con tantos compañeros con los que compartíamos aquellos días. Aprender a amar los libros y la cultura es probablemente el mejor regalo que nos pueda acompañar durante toda la vida, porque es el regalo de amar la vida como una insaciable sucesión de sorpresas y experiencias.

José Ramón era tan humano, demasiado humano. Un tarde de campo. Un vino de Molvízar. Sus clases inolvidables. Sus historias, que ahora dudo de si no estaban entretejidas de la ficción que siempre anhelaba escribir, me recuerdan hoy a «La tía Julia y el escribidor» de Vargas Llosa. Sus consejos. Han pasado 25 años y aún recuerdo el título de la novela que soñaba con escribir: «La vida según Alejo». Maravilloso título ahora que el tiempo pasa y probablemente ya seamos mayores que él, cuando tuvimos la suerte de tenerle en clase.

Si tuviera que pensar en una persona que representa la vocación por la enseñanza que él tenía, me viene a la memoria el libro Stoner, de John Williams, sobre la vida de un profesor, universitario en este caso. Este fragmento lo explica muy bien. Así es mi recuerdo del maestro, porque muchos probablemente entonces pudimos vislumbrar vocaciones a través de sus palabras.

“Pero, ¿no lo sabe usted, señor Stoner? “, preguntó Sloane. “¿Aun no se comprende usted a sí mismo? ¡Usted va a ser maestro!”

De repente Sloane parecía estar muy lejos, y las paredes del despacho retrocedían. Stoner se sintió a si mismo suspendido en el aire y oyó su voz preguntar: “¿Está usted seguro?”

“Estoy seguro,” dijo Sloane suavemente.

“¿Cómo puede afirmarlo así?¿Cómo puede estar tan seguro?”

“Es amor, señor Stoner,” dijo Sloane con mucho ánimo. “Está usted enamorado. Es tan simple como eso.”

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Esteban Romero Frías

Catedrático de la Universidad de Granada. Vicerrector de Innovación Social, Empleabilidad y Emprendimiento. Innovando desde MediaLab UGR. Transformando desde ReDigital.