Afirmaba Francisco
Así pues, sin caer en el conformismo, la llamada del admirado profesor es una advertencia continua a que, como por otra parte cantaba Luis Eduardo Aute, el conocimiento no tome asiento, a estar siempre de paso. Una aportación a este mandamiento es la incorporación de la innovación social dentro de la Universidad, de la experimentación, de los laboratorios ciudadanos.
Thoreau afirmaba en su libro Walden:
“Lo que quiero decir es que los estudiantes no deberían jugar a la vida, o simplemente estudiarla, mientras la comunidad los sostiene durante el tiempo que dura ese costoso juego, sino que deberían vivirla intensamente de principio a fin. ¿Cómo podrían aprender mejor a vivir estos jóvenes si no es realizando el experimento de la vida?”
Se trata de una poderosa convocatoria a la acción, a la experimentación, a no emplear el conocimiento como barricada o parapeto que nos separa de la vida, sino precisamente como un trampolín que nos lanza a la aventura de la realidad, a nuestra acción sobre ella.
La idea de innovación social actualmente se queda coja si no incluimos la cultura digital. Así podemos citar el proyecto Digital Social Innovation, que justamente define este enfoque como “a type of social and collaborative innovation in which innovators, users and communities collaborate using digital technologies to co- create knowledge and solutions for a wide range of social needs and at a scale and speed that was unimaginable before the rise of the Internet» (Report “Growing a Digital Social Innovation Ecosystem for Europe).
El cambio tecnológico nos ha enfrentado a una dialéctica entre lo físico y lo digital (o la falsa dicotomía real/virtual, ya superada). Nuestra contemporaneidad exige una continuidad entre ambas dimensiones. Quizá el ejemplo más destacado en este sentido es el reconocimiento recibido por Campo de Cebada en 2013 al obtener uno de los galardones de Ars Electronica en la categoría de «comunidades digitales». Carlos Magro y Marcos García reflexionan sobre esta cuestión en su artículo «Lugares de la transdisciplinariedad«.
Cualquier movimiento, proyecto, institución de nuestro tiempo ha de moverse en un espacio que es “un híbrido de ciberespacio y espacio urbano” y que conforma lo que Castells (2013: 213) denomina espacio de la autonomía. Creo que podemos enmarcar esta idea dentro de la propuesta de la sociedad convivencial de Ivan Illich (2012), sociedad que «permite a todos sus miembros la acción más autónoma y más creativa posible, con la ayuda de las herramientas menos controlables por los demás». Algunos de los rasgos y problemáticas que se plantean en este espacio son:
- A mayor autonomía de los ciudadanos mayor transversalidad.
- Liderazgo: compartido, distribuido, difuso.
- Relatos: cuando el proceso importa tanto como el producto, el relato es esencial.
- Trabajo de forma pública.
- Cooperación.
- Apropiación tecnológica.
- Enfoque experimental.
- Interdisciplinaridad.
- Apertura.
- Autoría sin autoría, difusa, compartida.
- Reconocimiento: el poder de lo informal, tensión con lo formal y establecido.
“El hombre deviene sujeto social activo por medio de herramientas que domina activamente o a las que se somete pasivamente. En la medida en que domine a las herramientas, podrá investir el mundo con su sentido; en la medida en que se vea dominado por las herramientas, será la estructura de éstas la que acabará por conformar la imagen que tenga de sí mismo.” (Illich, 2012: 84)
Por último hemos presentado la figura de los laboratorios sociales como infraestructuras físicas y epistemológicas para el desarrollo de proyectos de innovación social digital. Es aquí donde he tenido la oportunidad de presentar el trabajo de Medialab UGR en la Universidad de Granada.
Incluyo a continuación la presentación empleada en la conferencia, así como algunas de las fotografías del acto, donde también se han expuesto una serie de proyectos seleccionados como indicaba en este artículo días atrás.