La historia se remonta al pasado miércoles 22 de febrero. Era la primera semana de clases del segundo semestre en la Universidad de Granada. Me dirigía en autobús al Campus de Cartuja a impartir clase a las 8:30. Durante el trayecto leía las últimas noticias en Twitter cuando encontré una conversación que me dejó que me dejó con la boca abierta tanto por su contenido como por quienes la mantenían. Los implicados eran Javier
Se trataba de un diálogo que había comenzado la noche anterior cuando un tercero @sebas_martin se expresaba en los siguientes términos «Me he preguntado muchas veces si a @javiersolana le pesarán los muertos que sus decisiones han provocado. O igual piensa que salvó más vidas». Es aquí cuando José Rosales cazaba al vuelo la pregunta y la volvía a lanzar al político: «@sebas_martin @javiersolana ¿Responderá? A mí me interesa su respuesta».
Inesperadamente Javier Solana recoge el guante y comienza el diálogo en estos términos:
- JS (Javier Solana): Claro que me pesa.
- JR (José Rosales): ¿Por qué las tomaste entonces? Es una conversación interesante. ¿Consideras que todas fueron justas?
- JS: No puedo decir que objetivamente todas las decisiones de mi vida han sido justas. Subjetivamente creo que casi todas.
- JR: ¿Puede citarnos una que no considere justa?
- JS: Forma parte de mi reflexión inacabada.
- JR: ¿No puede concretar un poco? ¿Quiere decir eso que cree que todo lo hizo bien? (Subjetivamente…)
- JS: Obviamente no, como seguro que tú tampoco.
Podéis ver la captura de pantalla de dicha conversación en la imagen. Se lee de abajo arriba, en orden cronológico inverso.
Para mí la conversación representaba una feliz coincidencia ya que en mis seminarios sobre redes sociales y Web 2.0 siempre pongo a ambos como ejemplo. Al político, Javier Solana, empecé a seguirlo hace aproximadamente año y medio. Creo que al poco de que entrara de forma activa en Twitter. En un principio pensé que quizá alguien publicaba por cuenta suya, sin embargo poco a poco me convencí de que no. Los típicos errores del que está aprendiendo un nuevo canal de comunicación lo evidenciaban, también la frescura de sus publicaciones, la inmediatez y los diálogos que mantenía con los más diversos interlocutores. Al estudiante José Rosales comencé a seguirlo tras un encuentro en la comunidad de tuiteros de Granada. A pesar de encontrarse aún estudiando la carrera, sus opiniones y análisis políticos tenían mayor audiencia y repercursión que los de muchos de sus profesores o de periodistas que se limitaban al ámbito de las clases y publicaciones especializadas o al de los medios tradicionales de difusión de información.
Fue así como empecé a hablar de Javier Solana para ilustrar el caso de aquellas personas públicas que utilizan las redes para dialogar sin intermediaros con la ciudadanía. Debería en todo caso ser un viaje de ida y vuelta como muestra este caso: los ciudadanos interpelan al político y lo someten a un mayor escrutinio público. Una forma de entablar un conocimiento más directo, más rico y menos mediatizado que sorteara la comunicación mayoritariamente unidireccional en prensa, televisión y radio. Por otra parte, José Rosales representa un ejemplo formidable de cómo un buen uso de las redes sociales permite a jóvenes, aún durante sus estudios universitarios, desarrollar una potente red de conexiones que enriquecen su formación y les sitúan en una posición inmejorable para una más rápida y efectiva inserción laboral o para el desarrollo de proyectos emprendedores.
Este caso muestra cómo una conversación en Twitter, a horas intempestivas y con interlocutores a todas luces improbables en el mundo físico, puede dar lugar a que un político de primer nivel emita juicios y valoraciones con un gran calado y recorrido. La declaración de Javier Solana «Claro que me pesan» [los muertos que sus decisiones han podido causar], podría ser un buen titular para una entrevista, sin embargo en este contexto no es un titular ni está concebido como tal. Forma parte de un diálogo, eso sí, abierto a testigos, pero no dirigido a una audiencia, a un público. Es como la conversación que se mantiene por la calle, la pueden oír otros, no se esconde, pero tampoco está pensada para que otros la escuchen. De ahí que el calado de sus palabras sea otro, que los cálculos políticos al pronunciar unas palabras carezcan de sentido. No hay cámaras, no hay un periodista, no hace falta en este caso.
Durante los días siguientes, mantuve una conversación por Twitter con José. Yo le manifesté con cierto entusiasmo que había conseguido sacarle un buen titular a Javier Solana. Él me preguntaba «¿de veras?». En su forma de entender la comunicación, interpelar a un político y dialogar de esa manera tan abierta y tan libre no constituye un acontecimiento, sino algo natural que constituye su forma de estar en esta sociedad. Por mi asombro empiezo a pensar que aún debo ser un inmigrante digital.
Mi reconocimiento a Javier Solana y a José Rosales por su sinceridad y honestidad. Muchos de mis alumnos, gracias a historias como ésta, seguramente perderán el miedo a la comunicación directa, a saltarse al intermediario. Quizá todo ello conduzca a una sociedad más transparente y democrática.
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